Fue un poeta, dramaturgo y crítico literario anglo-estadounidense. Representó una de las cumbres de la poesía en lengua inglesa del siglo XX. Según José María Valverde, en efecto, «la publicación de The Waste Landconvierte a T. S. Eliot en la figura central de la vida poética en lengua inglesa. [...] La crítica saludó el complejo y oscuro poema [...] como símbolo de una época de desintegración, que trataba desesperadamente de poner algún orden en el creciente caos aplicando mitologías y formas heredadas del pasado».
Eliot nació en los Estados Unidos y se trasladó al Reino Unido en 1914, con 25 años. Se hizo ciudadano británico en 1927, con 39. Acerca de su nacionalidad y del papel de ésta en su trabajo, afirmó: «[Mi poesía] no hubiese sido la misma si hubiese nacido en Inglaterra, y tampoco si hubiese permanecido en Estados Unidos. Es una combinación de cosas. Pero en sus fuentes, en sus corrientes emocionales, viene de Estados Unidos».
El crítico Edmund Wilson afirmó de Eliot: «Es uno de nuestros auténticos poetas únicos».
En 1948 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura «por su contribución sobresaliente y pionera a la poesía moderna».
Poesía: Modernismo y religiosidad.
Dejando aparte el “intelectualismo” del que frecuentemente se le acusa (muchas veces como forma de contraponer su figura a las de sus contemporáneos Dylan Thomas y W. H. Auden, poetas más netamente líricos), la poesía de T. S. Eliot presenta tres vertientes fundamentales, facetas en apariencia contradictorias entre sí, pero que el gran artista armonizaba sabiamente. La primera, una vena humorística muy sui generis. El autor era muy aficionado a la bagatela satírica y el chascarrillo irónico, visibles en libros como el primero que publicó, en 1917, Prufrock y otras observaciones, o en El libro de los gatos habilidosos (1939), en el cual está basada la famosa comedia musical Cats, de Andrew Lloyd Weber. La segunda, el arrebatado vanguardismo o experimentalismo literario; no en vano, junto a Wallace Stevens y Ezra Pound, fue el gran representante delmodernism inglés (véase modernismo anglosajón), que nada tiene que ver con nuestro «modernismo»: La tierra baldía.
Su tercera faceta es, sin duda, la meditativa y religiosa. El tono trascendente y penitencial adquiere una enorme presencia a lo largo de toda su obra, y del encuentro de elementos tan dispares (la tradición y la novedad, las bromas y las veras, lo sagrado y lo profano, podríamos decir o, como veremos después, la fe y el nihilismo) emanará, en síntesis, la, para algunos, poesía mayor del siglo XX; «una intensa atracción por la belleza junto a una igualmente intensa fascinación por la fealdad, la cual contrasta con ella y acaba destruyéndola», afirmó en uno de sus ensayos. Damaso López García traza muy bien una síntesis de estos llamativos contrastes en su introducción a Inventos de la liebre de marzo, recopilación de los primeros poemas de Eliot, aparecida tras fallecer éste.
Como se ha dicho, Eliot, ya bien entrada la madurez, se convirtió inopinada y espectacularmente al anglicanismo; eso explica la importancia del sentimiento religioso en su vida, que de modo espontáneo trasladaría a su poesía. Dicho trasvase se plasma, de entrada, a través de la incorporación, aquí y allá, de innumerables citas tomadas de la Biblia, de obras de santos, del Dante, así como de textos sagrados orientales. Son frecuentes asimismo las referencias a episodios o lugares con fuerte significación religiosa, como en la que muchos juzgan su obra maestra, Cuatro cuartetos (1943). Pero Eliot llegó más lejos. En un tiempo convulso, cínico y descreído como el que le tocó vivir, marcado además por dos guerras mundiales, no se abstuvo de sacar a la luz directamente un ramillete de poemas “religiosos”, casi a imitación de la clerecía medieval: Viaje de los magos (1927), Miércoles de ceniza (1930, dedicado a la Virgen María), los coros de La piedra (1934, a favor de la construcción de nuevos templos), etc. Pero el fervor devoto en él —artista imbuido hasta la médula en el espíritu, dice Valverde, cínico y hueco de su siglo— muchas veces parece ser sólo aparente. Al igual que el español Miguel de Unamuno, Eliot revela un talante místico al menos titubeante, en el cual la fe se ha visto considerablemente atemperada o enfriada, si no sustituida, por la desengañada meditación racional, siempre a vueltas con un tema metafísico de fondo: en el caso de Eliot, el incomprensible devenir del tiempo (Cuatro cuartetos).
En efecto, observemos el inicio de uno de los poemas puramente “religiosos” ya citados, Miércoles de ceniza:
Porque no tengo esperanza de volver otra vezPorque no tengo esperanzaPorque no tengo esperanza de volver
Sección que concluye muy canónicamente:
Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Estos versos no se sabe si traslucen fe o desesperanza, si bien el efecto poético de contrastes como éste, unido a los atrevidos recursos formales empleados, lejos de restringir la intensidad lírica, la amplifica notablemente. Sus composiciones en imágenes brindan originales resonancias, profundos e inesperados visos espirituales; una riqueza y variedad de registros rara en la poesía del pasado siglo, si obviamos a uno de sus grandes contemporáneos, el portugués Fernando Pessoa.
Otros aspectos importantes en su poesía, ya aludidos, fueron la influencia de los metafísicos (Donne, Marwell), los simbolistas franceses y la reacción contra el romanticismo. Según Andreu Jaume, «Para Eliot, el romanticismo significaba sobre todo individualismo y culto a la personalidad, justo lo contrario de lo que buscaba en su obra: sentido de la comunidad tradicional e invisibilidad personal», en referencia a su aspiración a la «huida de la personalidad», en sus propias palabras, y a su técnica del correlato objetivo.
Eliot y los poetas españoles.
Es difícil imaginar a un vanguardista español de la época dedicando versos del jaez de Miércoles de ceniza a la Virgen María. Lo mismo se puede decir de los poetas de la Generación del 50, grandes lectores de Eliot. Uno de los más señalados, Claudio Rodríguez, llegó a conocerlo en persona, y tradujo su poesía completa del inglés, aunque posteriormente se distanció ampliamente de su figura y su poética, más cercanas a los modos de Dylan Thomas, en el sentido que se ha señalado más arriba. Durante su estancia en el Reino Unido, Jaime Gil de Biedma también conoció en persona al angloamericano, cuya obra admiraba profundamente. El poeta barcelonés tradujo el ensayo de Eliot “Función de la poesía y función de la crítica” y llegó a plantearse elaborar un estudio serio acerca de la influencia de Eliot en Cernuda. Como Gil de Biedma, particularmente en su época de formación, José Ángel Valente tuvo muy presente el magisterio de Eliot. Poeta más reciente también en la línea de Eliot, es el salmantino Francisco Castaño (Salamanca, 1951). En Latinoamérica, el autor más eliotiano, por su dedicación poética y crítica, quizá sea Octavio Paz.
La preocupación por la trascendencia se halla muy presente en dos importantes poetas españoles anteriores, de la primera mitad del siglo: el ya citado Unamuno y ese otro gran meditativo, más joven, llamado Luis Cernuda. En el primero, filósofo “profesional”, como hubiese podido serlo Eliot (no olvidemos que obtuvo la titulación de "Master of Philosophy", llegando a convertirse en alumno aventajado de Bertrand Russell), la duda esencial, la devoción problemática se traduce en honda frustración, dolor humano, en el “sentimiento trágico de la vida”, como se aprecia en su poema El Cristo de Velázquez (1920).
Por el contrario, en Cernuda —asiduo degustador del poeta inglés, según recuerda Octavio Paz en su ensayo cernudiano La palabra edificante—, meramente en frío desdén divino, como se advierte en su composición —que parece inspirada en la ya citada de Eliot— La adoración de los magos (1940).
Este poema se cierra:
Y quisimos ser hombres sin adorar a dios alguno.
Eliot, años antes, había rematado el suyo de forma no menos pesimista:
Volvimos a nuestros sitios, estos Reinos,
pero ya no más a gusto aquí, en el viejo estado de cosas,
con una gente extraña aferrándose a sus dioses.
Me alegraría de otra muerte.(Trad. de José María Valverde).
Pesimismo, decimos, aunque no olvidemos que el coetáneo James Joyce, formado en el Trinity College, llegaría en este sentido hasta la sátira (véase el principio de Ulises).
El propio Cernuda, en su ensayo de 1959 Goethe y Mr. Eliot, calificaba al inglés de
uno de los mayores poetas hoy vivos [...] un crítico excepcional, a cuya agudeza se deben puntos de vista nuevos sobre el arte de la poesía en general y sobre la historia de la poesía inglesa en particular.
Entre Eliot y Cernuda son apreciables otras divergencias aparte de las expuestas. Los contenidos orientalizantes están muy presentes en el primero y brillan por su ausencia en Cernuda. Éste, por otra parte, se dejaba llevar con frecuencia por sus venas sensualista e "historicista", en las antípodas de la poesía ascética y, por así decir, de circunstancias (o sincrónica, en palabras de su traductor al castellano José María Valverde) de Eliot. Y aunque tanto uno como otro evidencian una acusada tendencia discursiva (incluso argumentativa en algunos casos, sin que ello les hiciera perder un ápice de elegancia e inspiración), la poética de Eliot posibilitaba un más variado inventario de registros, visible en técnicas como la del collage, y en el denominado “correlato objetivo”, en virtud del cual trataba de mostrar, plasmar de manera muy gráfica, determinadas imágenes o realidades a fin de suscitar en el lector la emoción y la idea elegidas.
Era, en resumen, esa original imaginería religiosa, esa entrecortada letanía penitencial, salpicada de irónica inteligencia, lo que potenciaba hasta el grado máximo sus visiones apabullantes del absurdo y el desarraigo espiritual tan característicos del mundo moderno.
Obra dramática.
Obra dramática.
Los dramas de Eliot, la mayor parte en verso, incluyen Sweeney Agonista (1925), Asesinato en la catedral (1935), Reunión familiar (1939), El cóctel (1950), El secretario particular (1953) y El viejo estadista (1958). Asesinato en la catedral trata de la muerte del santo Tomás Becket (siglo XII). Eliot confesó la influencia, entre otros, de la obra del predicador del siglo XVII Lancelot Andrewes, sobre quien escribió un ensayo.
Sus dramas son mucho menos conocidos que su poesía, pero merece la pena recordar, por ejemplo, la versión de El cóctel en la que aparecía Sir Alec Guinness en el papel principal. La lectura de Asesinato en la catedral ha sido incluida durante muchos años en los planes de estudio de la Iglesia de Inglaterra.
Obra ensayística.
Eliot fue representante destacado del llamado "new criticism" inglés, y uno de los grandes críticos de su tiempo.
En 1920 publicó El bosque sagrado, según Andreu Jaume, su libro más programático y calculado y donde se esbozan las líneas maestras de su programa: los isabelinos menores, el interés por la poseía dramática, la incomodidad con Shakespeare, el simbolismo francés y Dante.
Ya en 1929 es considerado el crítico más importante de su generación por Edmund Wilson.
Son también muy conocidos sus trabajos: El arte de la poesía y el arte de la crítica (1933) y Criticar al crítico (1961).
Sus preocupaciones van desde la pedagogía de las lenguas clásicas (Los fines de la educación) hasta el comentario literario (sobre Dante, Poe, Valery, Ezra Pound, el verso libre, etc.) y la propia crítica literaria (Criticar al crítico).
Merece aquí la pena hacer mención de su concepto del objective correlative (correlato objetivo), que se basa en la idea de que el arte no debe ser una expresión personal, sino que debe funcionar a través de símbolos universales. Hay que buscar un objeto o grupo de objetos que sean capaces, por sí mismos, de evocar la emoción elegida por el poeta. Se le ha criticado su postura frecuentemente con pruebas en contra, incluso dentro de su propia obra poética, pruebas que de ningún modo empañan la validez de su teoría. Otras expresiones típicas de la crítica eliotiana: la «imaginación auditiva» y la «disociación de la sensibilidad».
El sistema crítico de Eliot va enfocado principalmente al aspecto técnico de los autores que estudia. Así, la técnica poética se reduce sobre todo a un problema métrico.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/T._S._Eliot
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