“«Ninguna historia tiene un final feliz a menos que dejes de controlarla antes de que termine».”
Netflix resucita a Orson Welles con la
finalización, después de casi medio siglo, de su último film Al otro lado del viento. Pero este estreno
viene acompañado de un documental titulado Me
amarán cuando esté muerto, que es el testimonio de los sobrevivientes,
caídos y deudos de esta maldita aventura de una película inconclusa. Al menos,
hasta que murió Welles en 1985. Porque de esta reconstrucción que ha auspiciado
Netflix este año, es lícito
preguntarnos si la película está realmente concluida o es una nueva a base de
la inconclusa.
Por eso, si tenías pensado ver Al otro lado del viento –versión 2018-,
recomiendo primero sensibilizarse con este documental de 98 minutos. Nos pondrá
en contexto de lo que fue el último proyecto del siempre políticamente incorrecto
(condenado) Orson Welles.
Bastará un párrafo para decir que Orson
Welles es uno de los grandes directores del cine mundial, un genio que
revolucionó el lenguaje audiovisual en cuanto a su cobertura (encuadres, ángulos,
planos, fotografía, etc.) y la forma de narrar. Autor de la película con el
contrato más libre de la historia del cine (un cheque en blanco y haz lo que
quieras) Citizen Kane. Lástima que si
bien nadie duda de la calidad artística de la película, fue el contenido, su
gran error. La película se inspira en el periodista William Randolph Hearst, un
magnate de los medios masivos de comunicación y político de los EE.UU. El
periodista con todo el poder que tenía, boicoteó su distribución y la película
fue un éxito aclamado por la crítica pero un fracaso taquillero. Este hecho
marcó para siempre la carrera cinematográfica de Welles que nunca volvió a
tener semejante producción para una película y terminó exiliado por dos décadas
en Europa.
Sin embargo, las dificultades siempre
templan el espíritu y en esos veinte años de exilio en Europa por la
persecución macartista, Orson Welles forjó su arte libremente. Y muestra de
ello, es lo que nos cuenta este documental sobre la última película de Welles.
Por lo que se ve, es una película intencionalmente accidentada. Welles decía al respecto: «Las mejores escenas suceden
de forma accidental», «Mi definición de un director de cine es quien preside
sobre esos accidentes» o «Los accidentes divinos es lo que mantiene vivas a las
películas (…) Cada vez que ocurren… ¡Boom!… el genio aparece». Esta concepción,
está vinculada a su particular visión del happy
end: «Ninguna historia tiene un final feliz a menos que dejes de
controlarla antes de que termine».
Orson Welles ve en esa espontaneidad,
un caldero de cultivo para la libertad y la inocencia de las cosas. Una forma
de dejar que las musas tomen el
control de lo que el artista, anteriormente, ha conjurado. Esta actitud fue
evolucionando en Welles. A medida que fue desarrollando su arte, sus guiones
eran sugerencias más abiertas que diálogos cerrados porque su convicción de que
la obra habla por sí misma, era cada vez más fuerte. Y eso lo llevó a
experimentar más y alejarse paulatinamente de los cánones comerciales que
dificultaron la financiación de sus películas. Tiene 6 inconclusas de 21 que
hizo en toda su carrera. Casi el 30% de su producción. Con esos índices,
ninguna productora sobrevive, pero Orson Welles, sí.
Ahora, sería el momento de escribir que
sigue vivo en el corazón de la gente pero
eso es un cliché que no honra a
nuestro artista. Mejor diré que Orson Welles es un huracán de luz para nuestros
ojos insólitos, el viento que está del otro lado y refresca nuestra existencia,
la ilusión cinematográfica que nos dice que no estamos solos…
cineconsentido983195056.wordpress.com
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