Edgar Degas. Ensayo de un ballet en el escenario. 1874. Musée d'Orsay, Paris. |
IMPRESIONISMO | #ARTEMODERNO
Con el punto de vista elegido por Degas, el escenario se observa en leve picado, de lado, la mirada focalizada en el espacio delimitado por las candilejas. A la ligereza de las bailarinas bailando se oponen los gestos relajados de las que esperan, en la izquierda.
La fina capa de pintura, que se ha vuelto todavía más transparente con el tiempo, deja ver a primera vista, los arrepentimientos del pintor. Las piernas de algunas bailarinas en reposo han sido retocadas. En medio de las jóvenes se encontraba un maestro de ballet visto de espaldas. Por fin, cerca del hombre sentado, otro personaje estaba repantigado encima de una silla.
Esta pintura en tonos grises, destacó inmediatamente durante la primera exposición impresionista en 1874. El pintor Giuseppe De Nittis escribe lo siguiente a uno de sus amigos: "me acuerdo de un dibujo que debía ser un ensayo de danza [...] y le aseguro que es extremadamente bello: los vestidos de muselina son tan diáfanos y los movimientos tan verídicos, que hay que verlo para hacerse una idea; es imposible describirlo". Como De Nittis, muchos críticos ven en esta obra un dibujo más que una pintura. Cabe indicar que Degas plasma los matices más delicados jugando con los degradados. Inventa este tono neutro, lechoso, mientras que la iluminación brutal hace surgir los tutús blancos luminosos que ritman la composición.
De todas las escenas de danza realizadas por Degas, la monocromía de este lienzo difiere radicalmente de las verdaderas "orgías de colores" que salpicaban las obras más tardías. Esto se explica sin duda debido a que Ensayo de un ballet tenía que servir de modelo para un grabador.
La fina capa de pintura, que se ha vuelto todavía más transparente con el tiempo, deja ver a primera vista, los arrepentimientos del pintor. Las piernas de algunas bailarinas en reposo han sido retocadas. En medio de las jóvenes se encontraba un maestro de ballet visto de espaldas. Por fin, cerca del hombre sentado, otro personaje estaba repantigado encima de una silla.
Esta pintura en tonos grises, destacó inmediatamente durante la primera exposición impresionista en 1874. El pintor Giuseppe De Nittis escribe lo siguiente a uno de sus amigos: "me acuerdo de un dibujo que debía ser un ensayo de danza [...] y le aseguro que es extremadamente bello: los vestidos de muselina son tan diáfanos y los movimientos tan verídicos, que hay que verlo para hacerse una idea; es imposible describirlo". Como De Nittis, muchos críticos ven en esta obra un dibujo más que una pintura. Cabe indicar que Degas plasma los matices más delicados jugando con los degradados. Inventa este tono neutro, lechoso, mientras que la iluminación brutal hace surgir los tutús blancos luminosos que ritman la composición.
De todas las escenas de danza realizadas por Degas, la monocromía de este lienzo difiere radicalmente de las verdaderas "orgías de colores" que salpicaban las obras más tardías. Esto se explica sin duda debido a que Ensayo de un ballet tenía que servir de modelo para un grabador.
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