“Solo existen dos o tres historias humanas, pero se repiten con insistencia como si nunca antes hubiesen sucedido.”
Willa Cather.
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La historia de un viaje
es la más antigua de la literatura de occidente, después de La Ilíada. La
Odisea, escrita alrededor de los años 750 y 650 A.C., narra las andanzas de
Odiseo en su viaje de regreso a casa después del triunfo griego en la guerra de
Troya. Su casa queda en la isla de Ítaca, y,
durante los diez años que dura el viaje, Odiseo debe superar una prueba tras
otra. Él aprende de sus experiencias y lleva su aprendizaje consigo a Ítaca
para provecho de los suyos. Pero de lo que más
aprende Odiseo en su viaje, es sobre sí mismo.
La literatura universal cuenta con
muchísimos ejemplos de “literatura de viaje” o “viaje iniciático” en los que se
cuenta el modo como las distintas etapas del camino van cambiando la
perspectiva vital del protagonista. El camino transforma al héroe, gracias a
que se va conociendo mejor y acercándose más a su identidad. Además, el viaje
es una metáfora de la vida, –un tránsito entre el nacimiento y la muerte–, en
la que, a medida que avanzamos y maduramos, vamos enfocando mejor nuestra
visión del mundo y concluyendo –para mejor o para peor–, quiénes somos.
Eilis Lacey, en Brooklyn, de Colm Tóibín, recorre las etapas del camino del héroe;
separación –Eilis abandona el hogar–, iniciación – Eilis se interna en un mundo
lleno de amenazas y pruebas– y retorno, –Eilis se conoce mejor a sí misma. Como
Eilis y como Odiseo, cada uno de nosotros es el héroe en el viaje de su vida.
Durante el trayecto debemos superar retos y desafíos y gracias a ellos vamos
aprendiendo quiénes somos en un espiral complicado de autoconocimiento. No es
fácil. ¿Quién no se desorienta o equivoca en sus resoluciones? Acaso porque no
nos atrevemos a ver lo que verdaderamente ambicionamos, o porque nos mentimos a
nosotros mismos para complacer los deseos de otros o nos parece que esa
elección lastimaría a alguien. Pero en el fondo, nos equivocamos porque todavía
no nos conocemos. Conocernos nos lleva la vida entera. Por eso, en las
historias de un viaje, así como en las road
movies, el destino es el viaje en sí mismo. Mark Twain dijo que podía
enseñarle a cualquiera cómo conseguir lo que quería de la vida, pero el
problema era que no podía encontrar a nadie que pudiera decirle qué era lo que
quería. Y Nietzsche decía que nuestro verdadero yo estaba escondido de uno
mismo y por lo tanto, de todos los tesoros, el de uno mismo es el último en ser
desenterrado.
En su primera novela, El sur, que Tóibín escribió a los 35
años, cimienta el tema de la búsqueda de la identidad, que desplegará de un
modo más profundo y poético en Brooklyn y
en Nora Webster, su novela más
autorreferencial. Todas ellas parten de Enniscorthy, el pueblo irlandés de
Tóibín en County Wexford. En El sur, con
una escritura despojada y lacónica, (Tóibín de joven estaba muy cautivado por
Hemingway), una mujer necesita abandonar Enniscorthy, marido e hijo, y alejarse física y simbólicamente para
encontrarse a sí misma. En Brooklyn, Eilis
Lacey emigra durante los años `50 a Brooklyn, por decisión de su hermana mayor,
porque en Enniscorthy no hay trabajo para ella. Allá, la nostalgia la acosa.
Extraña una cierta sensación de hogar, –que es una fantasía de seguridad y
bienestar–, que le empaña la visión de sí misma. Así, Tóibín sugiere que la
experiencia del emigrante siempre va a cargar con un hondo sentido de la
pérdida al mismo tiempo que de la oportunidad. Cuando Eilis regresa a
Enniscorthy tiene la posibilidad de quedarse porque ahora sí hay trabajo para
ella. También, encuentra la posibilidad del amor que antes faltaba, porque
ahora es atractiva gracias al glamour que se consiguió en “America”. Entonces
se confunde, no sabe dónde está su “hogar”, si en Brooklyn, donde consiguió
todo lo que antes no había podido conseguir en Enniscorthy, o en Enniscorthy,
donde ahora se le da todo lo que antes se le negaba. No hay una decisión
correcta para Eilis. “Hogar” se siente en ambas elecciones un sitio sustituto y
partido en dos. En consecuencia, la novela opera en planos de ambigüedad moral:
hay pocas opciones correctas. Eilis es empujada a decidir y así prueba su
resiliencia y entiende, al final, lo que no podía entender al principio, cuando
todavía era ingenua y aniñada y no había viajado.
En Nora
Webster, la muerte del ser querido es un duelo más grande que el exilio. El
viaje del héroe de Nora es interior y claustrofóbico, dentro de las entrañas de
Enniscorthy. Debe encontrar un nuevo autoconocimiento atascada en un mundo de
rivalidades y dimes y diretes pueblerinos, donde se siente apretada en la
lástima de todos al mismo tiempo que contenida. Si la opresión de las
condolencias de los vecinos la enloquecen, Nora no tiene la posibilidad, como
Eilis, de cruzar el Atlántico. Entonces hace lo que puede, con dignidad y
entereza, sin dramatizar, pensando mucho y hablando casi nada, avanzando en un nuevo
conocimiento de sí misma.
Me gusta leer a Colm Tóibín por tres
razones: primero porque a sus protagonistas no les salen fáciles las cosas.
Parecen luchar contra fuerzas invisibles que los atajan de conseguir lo que
desean y siento que esa ligadura proviene de la sensación de que los deseos de
los otros se enmarañan con los propios. Segundo porque son protagonistas
introspectivos, reservados, piensan mucho pero dicen poco. Y tercero porque me
gusta su tono. Es uno que seduce como la voz de un lestrigón retraído, inseguro
y un poco vacilante, que siempre tiene presente que las decisiones de la
heroína terminarán lastimando a alguien, y eso lo complica todo.
Hoy por hoy, el conocernos a nosotros
mismos es una idea tan trillada por cuanta variante de culto new age, que la verdad más intrínseca y
antigua del ser humano suena a algo obvio.
"Conócete a ti mismo" estaba escrito en la entrada al templo de
Apolo. Buda le decía a sus monjes: "vuestro deber es estudiaros y
reflexionar sobre vosotros mismos". Tan antiguo
y fundamental es el autoconocimiento, que los griegos llamaron anagnórisis al recurso narrativo que
consiste en la revelación, de parte de un personaje, de datos esenciales sobre
su identidad. Esenciales. A Edipo le sucede en el momento en que se da cuenta,
por primera vez, de lo que no quería ver: está casado con su propia madre. Colm
Tóibín nos lo expone con historias que nos podrían pasar a nosotros, con
personajes con los que nos podemos identificar, y con una voz narradora que nos
muestra que decidir no es fácil porque nuestras vidas están entrelazadas en una
red de vínculos. Equivocarnos es parte del viaje de la vida, y de lo que se
trata la vida es de aprender a conocernos, como en un viaje hacia nosotros
mismos.
•
La obra de
Tóibín en ficción también es:
- El testamento de María
- Las Historias familiares vacías,
- Madres e hijos,
- El invitado de la fiesta
- Nuevas manera de matar a tu madre
- El maestro
- El brezo en llamas
- Crónica de la noche
- El faro de Blackwater
Viaje a Itaca, de Constantino Cavafis:
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de
experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los
cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu
camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu
cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y
alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes
sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el
camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el
camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha
engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con
tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999.
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