“Una mirada al cine de Sofia Coppola desde el rock.”
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Sofia Coppola es, sin dudar, una de las cineastas que ha
forjado su arte con el rock. En su forma de concebir el cine, corre esa vena
rockera que ha alimentado su forma de ver la vida y cada fotograma de su corta
carrera (5 largos y 2 cortometrajes) lo acredita.
No es coincidencia, ya con el diario del lunes, sus relaciones sentimentales con Spike Jonze,
director de videos musicales para bandas de rock como Weezer, Sonic Youth
(banda fundante para Coppola), Beastie Boys, R.E.M., entre otras; y también su
actual marido, Thomas Mars, el cantante de “Phoenix”, banda de inspiración New Wave, que ha estado desde su primer
largometraje.
En sus películas, el rock aparece como una suerte de Espíritu Absoluto que sentencia el
destino de los personajes. Toda canción introducida por este Espíritu tiene una entidad propia y
conjuga dramáticamente con el transcurrir del film.
Thurston Moore, líder de Sonic
Youth, le dio la novela The Virgin
Suicides de Jeffrey Eugenides a Sofia, años antes de que ella hiciera su
adaptación al cine. En este primer largometraje conoció al responsable mayor de
que Coppola no sólo no se haya desentendido del rock para hacer cine sino que
las potenció al máximo: Brian Reitzell, un ex baterista de una banda punk que
entendió en clave rock, la mirada cinematográfica de Sofia Coppola. Ella ya
venía caminando por esas sendas pero Reitzell hizo magia con ese andar.
Entre ellos, hay una sinfonía, perdón, sintonía perfecta de
trabajo: Reitzell pone música (desde el rock) a la historia que Sofia no puede
trasmitir sólo con imágenes y diálogos. Y lo que hace que la sociedad Coppola -
Reitzell sea poderosa es que ellos aman las bandas que suenan en sus películas.
“Just like honey”
de Jesus & Mary Chain comienza
a destilar sus primeras notas melancólicas en un final tristemente esperanzador
que todos recordamos en Lost in
traslation (2003) donde los demás temas elegidos definen el alma de una sociedad
enajenante como es Tokio. Sin embargo, el rock sirve también como enlace para
estas dos culturas tan disímiles en escenas como el karaoke con los japoneses interactuando con los protagonistas.
“Ceremony” de New Order tapiza de sonido las paredes
del Versalles en la fiesta de Marie
Antoinette (2006). “Hong Kong Garden” de Siouxsie and the Banshees ameniza el baile. La banda post punk Gang of four da inicio a la película. ¿Estamos
hablando del Siglo XVII, de una película de época? Sí, pero evidentemente, a
Sofia Coppola no le importa. Su espíritu de creación está tocado por el rock. Su
genio creativo dio vuelta la historia de una reina del Siglo XVIII a una
historia de una adolescente que despierta a la vida adulta. Una adolescente
rebelde que podría ser ella misma. Ella ha dicho en Entertainment Weekly: “Mi introducción a la Francia del siglo XVIII
vino de la música New Romantic, del
imaginario de Bow Wow Wow, Adam Ant y
Vivienne Westwood y toda la escena del post-punk, cuando era adolescente”.
Ya en Somewhere
(2010), Phoenix abre la película con Love
like a sunset (Part I) con unos títulos al mejor estilo Woody Allen de
fondo negro y letras blancas. La película es austera con una fotografía sobreexpuesta
como la vida del protagonista pero que finalmente encuentra la luz. Y la música va emergiendo
del celuloide como si fuera diegética, no nos molesta, es más lo exigimos para
los que somos contemporáneos con Sofia e hicimos crecer nuestros corazones con
el rock. Ya aquí el rock no tiene edad, es una forma de encarar la vida y una
manera privilegiada de comunicar.
Por eso, con The Bling
Ring (2013), tiene la madurez para distanciarse de sus opciones favoritas
donde se siente segura y avanza hacia géneros tales como hip-hop/rap, krautrock
y electrónica. En esta historia de adolescentes ladrones de fama, Coppola vuelve conseguir amalgamar el rock y el
cine en una sola cosa. La recurrencia del rock vuelve a tener esa entidad y
como decíamos al inicio, del Espíritu
Absoluto que habla para nosotros y nos interpela. A estos delincuentes
protagonistas que están obsesionados con la parafernalia de la fama y el
glamour, la excentricidad y el lujo, Coppola y Reitzell les encuentran una
música en estado puro, sin modificar para la película, que calza perfectamente
con sus ideales. Este hallazgo remarca la gravedad de los tiempos que vivimos,
sin necesidad de emitir un juicio moral aunque podría serlo, subliminalmente. Y
ahí está el gran acierto de la película.
Maravillosamente, Sofia Coppola con su producción
cinematográfica nos está mostrando cómo el rock se instaló en las entrañas de
nuestro mundo para no desaparecer jamás. Sus películas son un testimonio de que
el rock hace tiempo dejó de ser un género musical más para convertirse en el
termómetro epocal [1]
de nuestra sociedad.
[1] El término “epocal” me viene de mi lectura del Heidegger II, cuando
su filosofía ya está volcado al lenguaje. Ahí desarrolla la tesis de que son
los poetas (y no los filósofos) los que van vislumbrando el camino del Ser. Son
pensadores epocales, es decir,
pensadores que con su inspiración, van develando el Ser, porque como dice
Hölderlin “Lo que dura, lo fundan los poetas”. Es bueno aclarar que cuando se
refiere a “poetas” no es cualquier poeta, sino a aquellos trascendentales que
marcan nuevos horizontes en la palabra que es la casa del ser. Y es en este sentido que yo utilizo la
palabra “epocal” para el rock porque siento que desde su irrupción en la
cultura ha ido revelando el ser de la sociedad.
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