Por Alejandro Farías.
"La felicidad, esa idea que tanto nos atormenta."
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La entrevista es una novela gráfica de Manuele Fior que se editó en España gracias al trabajo de la editorial Salamanca, cuyos libros, por suerte, se consiguen con facilidad en las librerías argentinas. Su autor es italiano, nació en 1975 y se hizo conocido por Cinco mil kilómetros por segundo, su anterior y muy premiada obra.
Italia, 2048: ese es el lugar y el año en el que transcurre la historia que nos
ocupa. Pero no nos engañemos, no hay ningún tópico de la ciencia ficción en su
interior (salvo, quizás, por el avistamiento de figuras anormales en el cielo,
el surgimiento de fenómenos telepáticos dentro de la comunidad y la presencia
de algunos y menores elementos de uso cotidiano que poseen una tecnología
apenas un tanto más avanzada que la nuestra). En todo caso, la decisión de
contar esta historia en el futuro sirve para plantear una hipótesis:
somos y seremos frágiles, sufriremos siempre por nuestros sentimientos y, ahora
como entonces, las generaciones nuevas plantearan dudas y cambios a las costumbres
de las generaciones anteriores. Esta es la trama central de la novela: la
relación entre un psicoanalista, abandonado por su mujer, y una joven paciente que,
como el resto de sus compañeras de la “nueva convención”, siente que hay nuevas
formas de vivir en pareja y de sentir el amor y que el sostén moral en el que
se apoyan los mayores debe ser reemplazado ya que sólo trae infelicidad.
El
conflicto generacional está narrado con precisión de cirujano, la misma
precisión con la que toca temas que, al menos a mí, me persiguen
constantemente, como, por ejemplo, dilucidar cuáles “batallas” responden a mis
verdaderas búsquedas y cuáles me siento influenciado a hacer por la época en la
que vivo y por qué estamos más interesados en generar una sociedad única y
total en vez de animarnos a inventar pequeñas sociedades dentro de un gran y
diverso mundo. Creo que J. Franzen explicó muy bien este último punto: todos
queremos ser únicos, pero todos tememos, en el fondo, serlo, porque necesitamos
reconocernos en el otro para no sentirnos terriblemente solos.
Otro
concepto que puede rastrearse en el libro es el de la felicidad, esa idea que
tanto nos atormenta. En ese sentido, el final del libro plantea un mensaje: es
tan importante recuperar la esperanza de adulto como enfrentarse a la
desilusión de joven; la enseñanza, en todo caso, es la misma: la felicidad no
es el resultado de una serie de normas, el producto de una ley, una ecuación
algebraica, algo que se consigue mediante fármacos o algo que podemos forzar a
sentir. La felicidad es apenas un delicado momento que nos toca vivir cada
tanto. Sin embargo, algo tiene que ocurrir primero, algo que se da por una
serie azarosa de factores que nos permiten, por un momento, olvidarnos de todas
nuestras normas, sin importar cuales sean. La paradoja que envuelve a los
personajes es justamente esa: en su búsqueda de la felicidad van creyendo
necesario tejer normas de conducta que los ayuden a encontrarla; y sin embargo,
los momentos más felices de sus días ocurren cuando alguien o algo altera ese
orden, orden al que irremediablemente volverán
a caer porque la vida así lo exige.
Pero
tranquilos, es tiempo de entender que ese orden recurrente no es más que el
terreno para que la siguiente ola de felicidad nos envuelva. Porque sí, porque
hay un tiempo para cada cosa.
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