"Quizás el cambio esté, escondido en forma de paradoja, en la aceptación..."
¿Cuántas
veces nos preguntamos cómo sería nuestra vida si hubiésemos tomado decisiones
diferentes?
¿Cuántas
veces soñamos con volver diez años atrás y trasladar todo lo que aprendimos a
nuestro joven y confundido "yo" de aquel entonces? Nos preguntamos por
qué no podíamos darnos cuenta de ciertas cosas que hoy nos son tan claras y por
qué no podíamos anticipar que existirían otras, ¡peores!, que nos confundirían
tanto.
El
verbo hubiera/hubiese suele recibir el nombre de "pasado
existencial", en alusión a su carácter idílico, romántico, lleno de
nostalgia.
Siempre
me gustaron las historias que juegan con ese sentimiento de melancolía y con la
visión del universo a través de una de sus facetas más misteriosas y complejas,
el tiempo.
La
ciencia ficción creó historias sobre viajes
en el tiempo y eso estimuló a los científicos y pensadores a seguir
buscando respuestas sobre el tema, su definición, la manera en que transcurre
su fluir. Los llevo a indagar en los autores del pasado que tenían las mismas
dudas que hoy nos siguen desvelando. Dando teorías diversas, algunas simples,
otras que jamás podría explicar.
En
nuestra experiencia del tiempo
percibimos continuidad, una especie de línea temporal. Pero esta línea, ¿es
recta y va hacia adelante? Y si es así ¿puedo volver al pasado y con una acción
cambiar esta realidad, creando una nueva? En ese caso, ¿quedarían varias líneas
que existirían al mismo tiempo o aquella desde la que partí sería destruida,
dando lugar a otra? ¿O acaso la continuidad del tiempo es una línea que termina
uniéndose consigo misma, como la serpiente que se come su propia cola, según
las palabras de Vonnegut? ¿Podría uno intervenir en los sucesos pasados y
alterarlos o es imposible cambiar el presente o el futuro? ¿Terminaría uno por
destruir el universo? (No, ¡qué culpa me daría hacer algo así!).
Volvamos
un poco para atrás: las hipótesis sobre cómo fluye el tiempo son varias, pero podemos resumir en dos las grandes
posibilidades que darían respuesta a
nuestras preguntas. Por un lado, podemos decir que el tiempo es una línea recta
que avanza hacia delante y que si logramos volver al pasado podemos cambiar el
curso de los acontecimientos. De esta manera nace la teoría de los multiversos, ejemplificada de manera impecable
en “Volver al futuro”: sólo aquellos que se mueven en el tiempo (Marty, Doc, el
perro Einstein) guardan en su memoria los diferentes universos que se fueron
creando a medida que ellos intervinieron en los acontecimientos. Esta cantidad
de universos que da nombre a la teoría tiene dos destinos: la coexistencia de
varios sin que uno tome contacto con el otro (salvo en los recuerdos de
aquellos que se movieron en la línea temporal), o la destrucción de aquel desde
el cual se parte. Pero lo que la define es que con nuestras acciones en el
pasado podemos cambiar el presente y el futuro… Y entonces, ¿cuál sería la otra
opción?
“Terminator” y el
eterno retorno.
La
otra opción es aquella que sostiene que nada
puede cambiar. Y, lo que es más paradójico para nuestra forma de conocer,
que el pasado también depende del futuro.
"Terminator" es un claro ejemplo de esta perspectiva.
¿Por qué…?
En
el año 2029, las máquinas, lideradas por la inteligencia artificial Skynet, siguen
tratando de aniquilar lo que queda de la humanidad, luego de haberse rebelado
en 1997. Pero un grupo de resistencia, liderado por John Connor, está logrando
la victoria contra las máquinas.
Skynet
se da cuenta de que matarlo ya no ayudaría, así que decide enviar a un
Terminator (robot interpretado por Arnold Schwarzenegger) al pasado para
matar a la madre de John, Sarah Connor, antes de que lo conciba. Su plan es que
John nunca nazca.
Los
humanos deciden enviar a un joven soldado, Kyle, para defender a Sarah.
Ambos
humanos se las ven mal escapando de Arnold y, en el medio, Kyle y Sarah se
enamoran y tienen un romance. Finalmente logran vencer al Terminator en una
fábrica abandonada, pero el joven soldado muere.
Meses
después, vemos que Sarah finalmente está embarazada, y el padre de aquel bebé
que será líder de la resistencia es… ¡Kyle!
Lo
primero que pensé es si no sería posible que existieran dos líneas temporales:
una en la cual John Connor habría sido concebido por un hombre cualquiera; y
otra en la cual Kyle, quien no había nacido cuando John nació en la primera
línea temporal, haya terminado siendo su padre. ¡Tremenda paradoja!
Después
de la segunda película, la idea terminó de cerrar y la visión tomó forma
entera: otra máquina vuelve para matar a John, ya de adolescente, y un
Terminator bueno viene a defenderlo; el grupo da con el hombre que creó a
Skynet. La idea que tienen (junto a Sarah, devenida ahora en una interesante
heroína) es la de impedir que Skynet sea creado (en una inversión del plan
original de las máquinas).
Sin
embargo, el creador de Skynet termina revelando algo terrible: lograron crearlo
gracias a que encontraron la cabeza del primer Terminator en la fábrica
abandonada. Es decir, la existencia de Skynet, que nacería en 1997, dependía de
aquella máquina enviada... desde 2029. Es entonces que entendí que Kyle siempre
había sido el padre de John, algo que mi mente no podía terminar de comprender.
Según
el argumento, muchas veces el pasado depende del futuro, como si las
consecuencias del fluir del tiempo pudieran avanzar en ambas direcciones, un
círculo cerrado en el cual cada cosa está en su lugar. "Terminator"
sostiene que las cosas marchan como lo hacen y no hay posibilidad de
cambiarlas. Si alguien intentase hacerlo, sólo seguiría cumpliendo ese
propósito (algunos estarán recordando la tragedia de "Edipo").
Por
lo tanto, el pasado puede depender del futuro, porque el tiempo se mueve en un eterno retorno. ¿Y qué significa
“eterno” –palabra que genera confusión- en esta perspectiva? Significa, simplemente,
que no puede cambiar, que es inmutable.
Esta
visión parece ser amarga: ¿para qué hablar de hubiera/hubiese si las cosas son lo que son, y nada más? Los dados
ya han sido echados…
Uno
de mis autores preferidos, Nietzsche,
hace varias referencias al eterno retorno. Él tuvo tres intuiciones brillantes:
el tiempo se mueve en un eterno retorno; los humanos no estamos en condiciones
de entender el fluir objetivo del tiempo; y, por último, si estamos condenados
a que nada cambie, lo mejor que podemos hacer es sacar un provecho máximo de la
tirada de dados que nos tocó, disfrutar esta disposición de la mejor manera
posible, de este juego que no estamos jugando nosotros. Desde nuestra perspectiva, nada estaría
determinado, porque no somos conocedores de lo que pasará en su totalidad.
Nietzsche
se centró en el impacto que tendría en la psicología del hombre entender que
las cosas pueden ser así. Nadie lo sabe con certeza, eso es verdad, pero se
pueden tomar algunos consejos del maestro del eterno retorno: dejar los pasados
existenciales para la ficción y entregarse a ese fluir, porque quizás es lo más
cercano a la libertad que tendremos alguna vez; quizás el cambio esté,
escondido en forma de paradoja, en la aceptación…
Bill
Murray en “El día de la marmota”
queda atrapado una y otra vez en el mismo día y logra salir de él cuando
comienza a disfrutar de sus propias particularidades, cuando se da cuenta quién
es él realmente y acepta los momentos que le toca vivir.
Lorena Mangieri.
Es poeta y escritora. Varios de sus textos y pensamientos están volcados en su blog Juntando Hormigas. Participa activamente en cursos de escritura creativa y talleres de lectura. Ha participado con sus textos en varios eventos artísticos en la Ciudad de Buenos Aires. En el año 2004 se recibió de profesora de Filosofía. Es correctora internacional de textos en Lengua Española y en la actualidad trabaja en varios proyectos editoriales.
info@pensamientosliterarios.com
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