sobre el pupitre, sobre el roble,
sobre la nieve y en la arena
escribo tu nombre.
Sobre las páginas leídas,
sobre las páginas incólumes
-piedra, sangre, papel, ceniza-
escribo tu nombre.
En las imágenes doradas,
sobre los signos de la Corte,
sobre tizonas y corazas
escribo tu nombre.
Sobre el desierto y en la jungla,
sobre la infancia de las voces,
sobre la rama y en la gruta
escribo tu nombre.
Sobre el pan blanco de los días,
sobre el prodigio de la noche,
sobre la flor y las vendimias
escribo tu nombre.
Sobre los cielos que azulan
en los estanques -muertos soles-;
sobre los lagos -vivas lunas-
escribo tu nombre.
Sobre las colinas remotas,
en las alas de los gorriones,
sobre el molino de las sombras;
escribo tu nombre.
Sobre los hálitos del alba,
sobre la mar y sus galeones,
sobre la demente montaña,
escribo tu nombre.
Sobre el vellón de los espacios
y el estertor de los ciclones,
sobre el limo de los chubascos,
escribo tu nombre.
Sobre las formas cintilantes,
sobre la pátina del bronce,
sobre las físicas verdades,
escribo tu nombre.
Sobre las rutas desveladas
y las sendas sin horizonte,
sobre las mareas humanas,
escribo tu nombre.
Sobre la llama que fulgura,
Sobre la llama que se esconde,
sobre los techos que se juntan,
escribo tu nombre.
Sobre la fruta en dos partida
del espejo que me recoge;
en mi lecho -concha vacía-
escribo tu nombre.
Sobre mi can goloso y tierno
y en la oreja que atenta pone,
sobre su salto poco diestro,
escribo tu nombre.
Sobre la grada de mi puerta,
sobre la loza y los arcones,
sobre las ascuas de la leña,
escribo tu nombre.
Sobre la carne que se entrega,
en la faz del amigo noble,
sobre la mano que se estrecha,
escribo tu nombre.
Sobre el vitral de los secretos,
sobre las bocas ya sin voces,
sobre los más hondos silencios,
escribo tu nombre.
Sobre el albergue derruido,
sobre el escombro de mi torre,
sobre los muros de mi hastío
escribo tu nombre.
Sobre la ausencia sin deseos,
sobre mi soledad insomne,
sobre los lúgubres aleros,
escribo tu nombre.
Sobre la calma que retorna,
sobre los extintos pavores,
sobre el anhelo sin memoria,
escribo tu nombre.
Y en el poder de tu palabra
mi vida vuelve a comenzar:
he renacido a tu llamada
para invocarte:
¡LIBERTAD!
Paul Éluard.
Fue un poeta francés que cultivó de manera significativa el dadaísmo y el surrealismo.
Después de una infancia feliz, se vio afectado por una tuberculosis que lo obligó a interrumpir sus estudios. Fue movilizado como enfermero durante la Primera Guerra Mundial. En Suiza, en el sanatorio de Davos, conoció a Gala, con la que se casó en 1917, y comenzó a escribir sus primeros poemas. Su primer libro, publicado al final de la contienda, fue El deber y la inquietud (1917). En 1918, Jean Paulhan lo descubre y lo asistirá durante toda su vida. Le presentó a André Breton y Louis Aragon con el que mantendrá toda su vida una relación muy profunda pero también conflictiva (siempre alrededor del comunismo). Entró en el grupo dadaista en Toulon. Su contribución al dadaísmo comienza antes de la llegada de éste a París. Como Tristan Tzara estaba todavía en Zúrich, editaron conjuntamente cuatro carteles, que difunden por la ciudad a 1000 ejemplares cada uno. Tras una crisis conyugal, comienza una vuelta al mundo que termina en 1924. Sus poemas de entonces (L'Amour la poésie) son el testimonio de una época difícil: recaída tuberculosa y separación de Gala que se convierte en la Egeria de Salvador Dalí con ocasión de unas vacaciones comunes de las dos parejas en la casa de Dalí en Cadaqués, transformada hoy en museo. En 1926, publica Capitale de la douleur que lo consagra como un poeta de primera línea. En 1933 se produce una crisis con su exclusión del Partido Comunista Francés al que se había afiliado en 1926, regresando al partido clandestino en 1943, 10 años después en plena Segunda Guerra Mundial. En 1934, se casó con Nusch, modelo de Man Ray y de Pablo Picasso, «la mascota, la chica de los surrealistas». Desacuerdos políticos lo alejaron del grupo de los surrealistas 1938. Durante la Segunda Guerra Mundial fue movilizado y desarrolló su actividad en la resistencia. Decide, sobre todo, luchar con las palabras. En su poema Liberté (1942) surge el genio; transforma un poema de amor ligero y sublime en grito de protesta y compromiso que lo obliga a entrar en la clandestinidad. Su palabra aborda desde entonces, de forma más radical, temas militantes y comprometidos, a los que la extrema concisión formal de su estilo los dota de un mayor impacto. Tras la muerte prematura de Nusch, encuentra su último amor, Dominique, y le dedica su libro Le Phénix, transición entre el horror de la larga decadencia de Nusch y el renacimiento por el amor de Dominique, en el cual los temas de la muerte, de la duda, de la desesperación se oponen frontalmente con la vida, el amor, la sensualidad y la carne. Murió en 1952, a consecuencia de un infarto de miocardio, y está enterrado en el Cementerio del Père-Lachaise, en París.
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